Comentario
Morris Louis (1912-1962) era hijo de un emigrante ruso (Berstein era el apellido que suprimió) y su trayectoria artística tiene muchos puntos de contacto con los expresionistas abstractos. Trabajó en la WPA (Work Progress Administration) y con el muralista Siqueiros. Su entrada en el campo de la abstracción postpictórica la hizo de mano de K. Noland, a quien conoció en Washington a principios de los años cincuenta. Con él y con Greenberg visitó a Helen Frankenthaler y se sintió atraído por sus investigaciones, en especial a la vista de su cuadro Montañas y mar, de 1952 (colección particular). A partir de entonces Louis se dedicó a teñir los lienzos como la pintora, con capas de pintura acrílica muy diluida, y con esta técnica realizó la serie Veils (Velos) desde 1954 hasta 1960, colocando el lienzo debajo de una serie de velos de pintura. Más adelante, aunque sin abandonar esta técnica, se interesó por aspectos más constructivos, dejó chorrear colores puros por el lienzo formando bandas verticales (la serie Columnas), que ocupan un espacio pequeño y dejan la mayor parte del lienzo vacío; pero a diferencia de Pollock, los chorreos de Louis están controlados por él, no es el azar el responsable. En otras ocasiones las bandas van de los extremos al centro, se sitúan en diagonal en las esquinas, como en los Unfurled (Despliegues) de los años sesenta, pero dejando el centro vacío. Estas Franjas, como Beta Lambda, de 1960 (Nueva York, MOMA), aunque por su forma irregular recuerdan todavía las raíces expresionistas de Louis, pertenecen ya decididamente al campo de la abstracción pospictórica que practica la nueva generación.Kenneth Noland (1924) venía de la escuela de Joseph Albers en el Black Mountain College de Carolina. En busca de la máxima objetividad, Noland organiza sus cuadros en una geometría estricta y fría: series de líneas paralelas, círculos concéntricos, ángulos... con colores elegidos no por razones emocionales sino por las relaciones que se establecen entre ellos, como Albers, aunque a Noland le interesa el efecto dinámico que producen. Por otra parte, el deseo de desenmascarar la pintura y prescindir de todo lo que sea ficticio le lleva a impregnar (no a dar pinceladas) toda la tela de un color, consiguiendo así campos de color. Como ha escrito Greenberg "Impregnado de pintura en lugar de estar cubierto por ella, el propio lienzo se convierte en pintura, en color, como una tela teñida. La trama y el tejido están en el color". Noland, después de las dianas, corta lienzos que siguen la forma de las líneas trazadas en ellos: rombos, espigas..., o dispone bandas de color en grandes lienzos horizontales.